REFLEXIONES Y UNA VENTANA AL FUTURO
Fuente: Heraldo de México, Opinión, Jaime Núñez
Fue este 5 de mayo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio como terminada la emergencia sanitaria por COVID-19, sin embargo, los estragos se cuentan por montones. La enfermedad afectó al menos a 765 millones de personas y causó la muerte de 20 millones, en poco más de tres años. En nuestro país, los indicadores de la Secretaría de Salud, encabezada por Jorge Alcocer Varela, confirmaron siete millones 587 mil 643 vidas afectadas por el inédito virus y 333 mil 913 fallecidos. El impacto en miles de personas es innegable, desde los que perdieron familiares, hasta los que aún perciben afectaciones en sus cuerpos y estados de ánimo, y es que el confinamiento y estrés generados por el padecimiento no sólo se reflejan en la salud física, sino también mental. Durante el primer año de la crisis sanitaria, la prevalencia mundial de la ansiedad y depresión aumentó 25 por ciento, de hecho, México se convirtió en el país con mayor crecimiento, entre los 15 medidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), liderada por Mathias Cormann, con porcentajes que alcanzaron 50 y 28 por ciento de la población, respectivamente.