Fuente: Reforma, Opinión, Xavier Tello
México vive la peor crisis de salud en su historia. A casi ochenta años de su creación, el sistema ya había sido rebasado por una cambiante realidad epidemiológica en el mundo, así como por la evolución demográfica y socioeconómica de nuestro país, aunado a un fondeo siempre insuficiente. Diseñado inicialmente para atender a la población con un modelo de salud socializante, el sistema fue evolucionando para ajustarse a las nuevas variables; y, aunque siempre a la zaga de otros países y rebasado en el camino por economías como España, Portugal, Corea del Sur y, más recientemente Colombia, Chile o Costa Rica, las políticas de atención a la salud llevaban por lo menos, una continuidad que se mantenía a pesar de la alternancia de los gobiernos. Pese a las carencias, mucho se logró en los últimos 30 años. Todo esto cambió con la llegada de la autonombrada «cuarta transformación» y su deseo de implantar su propia visión de un sistema de salud «universal y gratuito», pero desmantelando lo ya creado para, ante todo, imponer un modelo centralizado, austero, basado en su propia ideología y enfocado en el lucimiento del régimen antes que en el beneficio de los pacientes. Sobra decir el desastre que esto ocasionó.