Fuente: Crónica, Academia, Silvestre Alavéz
La COVID-19 ha representado un reto sin precedentes en la historia de la salud pública a nivel mundial. Desde sus inicios, en diciembre de 2019, hasta enero de 2023, se estima que se han infectado un total de 561 millones de personas y este número sigue incrementándose a pesar del descenso en los casos graves y en la mortalidad. La respuesta de la comunidad científica, particularmente en cuanto al desarrollo de vacunas y antivirales, han permitido hacer frente a la pandemia disminuyendo la incidencia de casos y la mortalidad. Sin embargo, una enfermedad como esta, que tomó a los sistemas de salud por sorpresa y forzó a una respuesta inmediata, plantea algunos interrogantes que deben ser atendidos. Por ejemplo, se ha reportado que algunos los pacientes que cursaron la fase aguda de la enfermedad, continúan con síntomas o secuelas relacionadas, a lo que se conoce como COVID largo o síndrome post-COVID. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el síndrome pos-COVID-19, se define como una condición “que se presenta en individuos con antecedentes de una probable o confirmada infección por el virus SARS-CoV-2, tres meses después del inicio de COVID-19, cuyas manifestaciones persisten al menos dos meses y que no pueden ser explicadas por un diagnóstico alternativo”.