Fuente: NY Times, Noticias
Casi inmediatamente después de empezar a tomar Ozempic, un medicamento para la diabetes conocido por inducir la pérdida de peso, Renata Lavach-Savy, de 37 años, redactora médica en North Bergen, Nueva Jersey, se quedó sin apetito. Empezó a programar alarmas para recordarse que tenía que comer. Estaba tan agotada que, incluso después de 10 horas de sueño, se desplomaba en el sofá al salir del trabajo, incapaz de moverse. Dejaba bolsos y ropa esparcidos por el suelo de su habitación, porque estaba mareada todo el tiempo y le preocupaba que agacharse a recogerlos le provocara el vómito. Cuatro meses después, la dietista de Lavach-Savy le dijo que podía estar desnutrida. Lavach-Savy se sorprendió. “¿Cómo puedo estar desnutrida? Peso más de 90 kilos”, recuerda que pensó. Dejó de tomar Ozempic el otoño pasado. En un principio, su médico le recomendó Ozempic porque Lavach-Savy padecía síndrome de ovario poliquístico, un trastorno hormonal que suele ir acompañado de resistencia a la insulina. Las inyecciones semanales le provocaban náuseas constantes de bajo nivel, un indicio de malestar en el estómago. Perdió todas las ganas de comer.